sábado, 6 de septiembre de 2008

Desafío Volcán Copahue 2005

A pocos días de la contienda con el Río Negro, el 450 sufrió una fractura por estrés y nos dejó afuera del Tetratlón de la Manzana del 2005. Abatidos y meditabundos guardamos el triciclo y el papel de regalo en el ropero. Cuando la mala nueva se propagó, varias pruebas saltaron del banco de suplentes pidiendo cancha. Luego de una conferencia rápida nos decidimos por una que prometía. Che vó, sí vó. Cálzate los borusia y andá calentando que entras por el Tetra. El desafío al Volcán Copahue hizo unos repiqueteos en el lugar, talones a la cola, rodillas al pecho, la coreo de las Ketchup y llamó al juez de línea. Cambio Jué !!! CAMBIO JUÉ !!!


Gregoria Matorras y Don José le dieron las últimas recomendaciones y lo mandaron a conquistar la Cordillera de los Andes. Y el libertador, al igual que en la epopeya de 1817, no defraudó. Pero yo no quiero hablar de historia. Tampoco quiero hablar de los que ganan. Quiero hablar de nosotros. De los del medio. De los del fondo. De los que vivimos sumidos en el anonimato. De los que nunca salimos en los diarios. Quiero hablar de los valientes soldados que aquella tarde de verano salieron tras las huellas del general a conquistar el Volcán Copahue.

Amanecimos temprano. Desarmamos campamento y guardamos los bártulos. Con Andrés afilamos la bayoneta y nos uniformamos para la ocasión. El Fabi nos aprontó el bayo. Comimos lo reglamentario y nos unimos al resto de los granaderos. El enemigo número uno del bocha Bochini, Tito, buscaba su zaino bragado para alistarse. El Sol tenía el cielo a pedido, no había una sola nube que nos defendiera de tanto calor. Precalentamos, le metimos espuela y a la carga barracas. Encaramos la subida de los chilenos formando una caravana celeste que desentonaba con el árido color del lugar. Desde arriba se apreciaba un paisaje maravilloso que invitaba a correr hasta al mas vago. Los pequeños senderos que se formaban entre las grandes piedras estaban congestionados de corredores. Mas de un valiente, con el cuchillo entre los dientes, decidió hacerse paso a campo traviesa saltando toscones y rezando para esquivar los esguinces de tobillo que hacían cola en la banquina.

Luego de acariciar a una de las mellizas llegamos al puesto de agua de los 6 km. Subidas. Bajadas. Subidas. Subidas. Tranquilino seguíamos, con los ojos bien abiertos para no meter la pata, y sin embargo de vez en cuando le metíamos un patadón a alguna piedra más grande que las demás, haciendo que el dedo gordo nos mirará de reojo con cara de enojado diciendo "Esta es la última que me aguanto, la próxima seguimos caminando". Continuamos subiendo mas que bajando. Pisamos Chile y volvimos al país.

Kilómetro 14. Repusimos líquido mineral y seguimos con el pecho inflado y la vista al frente. A lo lejos se apreciaban puntos celestes que unían puntos naranjas. No estaba mareado, eran granaderos que dejaban atrás los banderines que marcaban el camino. Llegamos al Volcán. Pasamos sin hacer mucho bochinche. Si se despabilaba aquel monstruo metíamos tiempo record. Pisamos un poco de nieve y bajamos como si nos siguiera una mancha de lava. ¿Nieve dijiste? 20 de Febrero, nieve y se nos quemaron todos los libros.

En el camino aparecieron algunos arroyos que ayudaron a refrescar los pies. El dedo gordo nos guiñó un ojo. Ya éramos amigos otra vez. Al menos hasta el próximo toscón que sacudamos de puntín. Toscón que no tardó en aparecer. Un poco mas de agua en el kilómetro 19, solo restaban 6 con mas bajadas que subidas. Pasamos por la unión de las mellizas. Parecíamos un espejo. Melliza de un lado, melliza del otro. Quedaba muy poco trecho y menos reflejos, pero hay que perder una mosca para ganar una trucha, así que conté las pocas naves que me quedaban, y las prendí fuego de un viaje. Con reflejos nulos y ya sin naves que me rescataran volví a la mala costumbre de andar tropezándome. El dedo gordo estaba mas gordo de lo normal y el mal humor ya había ganado los huesos, cuando de pronto y porrazo se hizo la luz.

Copahue !!! Qué gusto verlo de nuevo. Encaramos una bajada muy técnica y rápida. La felicidad recuperó los huesos. Llegamos a suelo firme rebalsando alegría. Transitamos los últimos metros envueltos en palmas, bocinas y mucho alboroto. Parecíamos sobrevivientes de la dura batalla de Maipú. San Martín impuso el ritmo, liberó Chile, abrazó a O´Higgings y se llevó el primer escalón para la casa. Nosotros, los del medio, los del fondo, nos llevamos un hermoso recuerdo, una experiencia inolvidable y un rico olor a azufre en el corazón.

1 comentario:

Florencia Barrera dijo...

Hola Palo Martin!!!

Como va amigo??? Hermoso relato, como nos tenes acostumbrados!!

Dale respiro a tu dedo gordo, en cada carrera lo maltratas muchisimo... se va a enojar feo y se va a ir, obligandote a correr con 4 compañeros nada mas ehhh1 jajajaa


Beso, se te quiere loco!

Flor