martes, 26 de agosto de 2008

Vamos por más - III

Sumamente liviano, algo corto y achatado, puntiagudo hacia la proa y no tanto hacia la popa. Con cierta destreza y condición física para dominarlo se torna totalmente maniobrable. Gracias al árbol del entrenamiento que estaba dando sus mejores frutos, nuestra condición física ya estaba consolidada. No así la cierta destreza necesaria para que sea, al menos, mínimamente maniobrable. Resumiendo, montar un kayaks 450 por primera vez es mas difícil que envolver un triciclo.

Restaban 3 meses para que Gral Roca celebre su enegésimo TETRA de la MANZANA y con Andrés queríamos prenderle cartucho. Pero entre las cuatro vayas a sortear se vislumbraba una demasiada esquiva : envolver un triciclo !!!


Gabriel nos presentó un par de esos botes raros y nos dio las recomendaciones básicas. Afuera el sillín y los miedos. Afuera el timón y pumba. Una vez adentro, aplicar un leve baile de piernas al compás del remo para mantener el equilibrio. Con las instrucciones bajo el brazo y el kayak sobre el hombro nos fuimos para el brazo. En la primer semana no hubo buena relación con el 450. Tampoco en la segunda, pero al menos ya le costaba 10 metros mandarnos al agua. Al mes los metros ya eran 100. A los dos meses nos mojábamos cada 1 kilómetro ( sepan notar que el crecimiento fue exponencial ).

Aunque carecíamos de técnica para remar, ya teníamos un estilo ágil y envidiable para sacar la embarcación a flote en caso de rodada. Dar vuelta el bote, meter el remo adentro, llevarlo hacia la orilla mas cercana con ayuda de algunas brazadas y escurrir el agua para volver a montarlo, ya era un mero trámite.


Las prácticas se seguían sucediendo y los metros que se acomodaban en el cuenta kilómetro aún eran exiguos. Basta con comentarles que, a falta de un mes para dibujar los 8 km en el Río Negro, el horizonte se mostraba oscuro. Resumiendo, faltaban 30 días para la verdad y el triciclo lucía desnudo, mojado y cagado de frío.

Los días continuaron caminando y el crecimiento exponencial se estancó. Lamentablemente no mejoramos demasiado en el remo, aunque si fortalecimos nuestra postura frente a la adversidad. El complicado objetivo de subirse al kayak y unir la salida con la llegada, sin importar las veces que paráramos para vaciar la cabina del capitán, pasó a ser terriblemente simple. La confianza había engordado tanto que tocaba el cielo y volvía tres veces. El optimismo se empachó de optimismo y las piernas no veían la hora de empezar a bailar ( sepan notar que siempre exagero un poco ).

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